Bertolt Brecht |
Poeta y dramaturgo alemán nacido en Augsburgo en 1898.
Aficionado desde niño a la literatura, escribió en 1918 su primera obra, "Baal". Vivió en Bavaria hasta 1924 donde estudió medicina durante dos años, interrumpiendo los estudios para servir en un hospital de la Armada alemana durante la Iª Guerra mundial.
Su ideologÃa marxista lo obligó a exiliarse sucesivamente en Dinamarca, Finlandia, Rusia, Estados Unidos y finalmente Suiza.
De esta época datan importantes producciones de corte social y polÃtico, con marcada tendencia anti-burguesa y en ocasiones satÃrica: "Tambores en la noche" 1922, "La ópera de cuatro cuartos" 1928, "Galileo" 1939,
"La buena persona de Sezuan"1940, "Madre Coraje" 1941 y "La inevitable ascensión de Arturo Ui" 1942, entre otras.
La gran dimensión de su obra dramática y poética sólo fue reconocida en los últimos años de su vida y ha trascendido hasta la actual generación.
Falleció en agosto de 1956. ©
POEMAS DE BERTOLT BRECHT
Balada del guardabosques y la condesa
En tierras de Suecia vivÃa una condesa
que era tan pálida y tan bella.
«¡Señor guarda, señor guarda, mi liga se soltó,
se soltó, se soltó!
¡Guarda, arrodÃllate, pronto, y átamela!»
«Señora condesa, señora condesa, no me miréis asÃ,
yo os sirvo por mi pan.
¡Vuestros pechos son blancos pero el hacha es frÃa,
es frÃa, es frÃa!
Dulce es el amor, pero amarga la muerte.»
El guarda escapó aquella misma noche.
Cabalgó monte abajo hasta que llegó al mar.
«¡Señor barquero, señor barquero, acógeme en tu barca,
en tu barca, en tu barca!
Barquero, tengo que ir hasta el fin del mar.»
Entre el gallo y la zorra brotó el amor.
«Oh, dorado, ¿me amas de verdad?»
y fina fue la noche, pero el alba llegó,
llegó, llegó:
todas sus plumas cuelgan del zarzal.
Canción de la mujer
1. De noche junto al rÃo en el oscuro corazón de los arbustos
a veces vuelvo a ver su rostro, el de la mujer que amé: mi
mujer, que murió.
2. Hace ya muchos años, y a ratos ya no sé nada de ella, la
que antes lo fue todo, pero todo se marchita.
3. Y ella era en mà como un pequeño enebro en las estepas de
Mongolia, cóncavas, con el cielo amarillo pálido y de gran tristeza.
4. VivÃamos en una cabaña negra junto al rÃo, Los mosquitos
solÃan perforar su blanco cuerpo, y yo leÃa el periódico
siete veces o decÃa: tu pelo tiene un color sucio. O: no tienes corazón.
5. Pero un dÃa, cuando estaba yo lavando mi camisa en la
cabaña, ella se acercó a la puerta y me miró y querÃa salir.
6. Y quien le habÃa pegado hasta cansarse, dijo: ángel mÃo.
7. Y quien le habÃa dicho te quiero la condujo fuera y
riendo miró al aire y alabó el buen tiempo y le dio la mano.
8. Como ya estaban afuera, al aire libre, y la cabaña estaba
desierta, cerró la puerta y se sentó tras el periódico.
9. Desde entonces no la he vuelto a ver, y de ella sólo quedó
el gritito que dio cuando por la mañana volvió a la puerta que
ya estaba cerrada.
10. Ahora la cabaña se ha podrido y mi pecho está relleno de
papel de periódico y por las noches tumbado junto al rÃo en
el oscuro corazón de los arbustos me acuerdo de ella.
11. El viento lleva olor a hierba en el pelo y el agua grita sin
fin pidiendo calma a Dios, y en mi lengua tengo un sabor amargo.
Canción de la prostituta
1
Señores mÃos, con diecisiete años
llegué al mercado del amor
y mucho he aprendido.
Malo hubo mucho,
pero ése era el juego.
Aunque hubo Cosas que sà me molestaron
(al fin y al cabo también yo soy persona).
Gracias a Dios todo pasa deprisa,
la pena incluso; también el amor.
¿Dónde están las lágrimas de anoche?
¿Dónde la nieve del año pasado?
2
Claro que con los años una va
más ligera al mercado del amor
y los abraza por rebaños.
Pero los sentimientos
se vuelven sorprendentemente frÃos
si se escatiman tanto
(al fin y al cabo no hay provisión que no se acabe).
Gracias a Dios todo pasa deprisa,
la pena incluso; también el amor.
¿Dónde están las lágrimas de anoche?
¿Dónde la nieve del año pasado?
3
Y aunque aprendas bien el trato
en la feria del amor,
transformar el placer en calderilla
nunca resulta fácil.
Pero, bien, se consigue.
Aunque también envejeces mientras tanto
(al fin y al cabo no siempre se tienen diecisiete.)
Gracias a Dios todo pasa deprisa,
la pena incluso; también el amor.
¿Dónde están las lágrimas de anoche?
¿Dónde la nieve del año pasado?
Canción de la viuda enamorada
Ay, ya sé, no deberla reconocer
que tiemblo cuando su mano me toca.
Ay, qué me ha sucedido
que rezo para que me seduzca.
¡Ay, ni cien caballos me arrastrarÃan al pecado!
¡Si al menos no me apeteciese tanto!
Si me resisto tanto al amor
sólo me he resistido realmente en el fondo
porque sé que si estuviera ante él en camisón
me dejarÃa hasta sin camisa.
¡Como que le van a importar a él mis reproches!
¡Si al menos no me apeteciese tanto!
Dudo que valga tanto como yo
y que para él sea amor de verdad.
Cuando todos mis ahorros se hayan gastado,
¿tirará el cacharro a la basura?
¡Ay, ya sé por qué le opuse tanta resistencia!
¡Si al menos no me apeteciese tanto!
Si tuviera dos dedos de sentido
nunca le habrÃa concedido lo que por desgracia me pidió,
sino que le habrÃa pegado una paliza
en cuanto se me acercó demasiado, como hizo.
¡Ay, ojalá se fuera al infierno!
(¡Si al menos no me apeteciese tanto!)
Canción de una amada
1. Lo sé, amada: ahora se me cae el pelo por mi vida salvaje,
y me tumbo en las piedras. Me veis beber el aguardiente más
barato, y camino desnudo al viento.
2. Pero hubo un tiempo, amada, en que fui puro.
3. Tuve una mujer que era más fuerte que yo, como la hierba
es más fuerte que el toro: se vuelve a erguir.
4. Ella vio que yo era malo, y me amó.
5. No preguntó a dónde conducÃa el camino, que era su camino,
y quizás iba hacia abajo. Cuando me dio su cuerpo, dijo:
esto es todo. Y fue mi cuerpo.
6. Ahora ya no está en ningún lado, desapareció como una
nube cuando ha llovido, la abandoné y cayó, pues ése era su camino.
7. Pero de noche, a veces, cuando me veis beber, veo su cara,
pálida en el viento, fuerte y vuelta hacia mÃ, y me inclino ante
el viento.
Canción desde el acuario
Salmo 5
He apurado la copia hasta el fondo. Es decir, he sido seducido.
Era un niño, y me amaron.
El mundo se desesperaba, pues yo me mantenÃa puro. Ella
se revolcó por el suelo ante mÃ, con miembros tiernos
y atrayente trasero. Me mantuve firme.
Para calmarla, cuando se excitó demasiado, yacà con ella
y me volvà impuro.
El pecado me satisfizo. La filosofÃa me ayudaba al amanecer,
cuando velaba. Me convertà en lo que querÃan.
Miré largo tiempo hacia arriba y pensé que el cielo estaba
triste sobre mÃ. Pero veÃa que le era indiferente.
Él se amaba a sà mismo.
Ahora hace tiempo que me ahogué. Yazgo hinchado sobre
el fondo. Los peces viven dentro de mÃ. El mar se está agotando.
Como era II
Tus penas eran mis penas,
las mÃas, tuyas.
Si no estabas tú contenta,
yo no lo estaba.
Cuatro canciones de amor
I
Cuando, más tarde, me alejé de ti
al hoy enorme
vi, cuando empecé a ver,
gente alegre y cabal.
Y desde aquella hora tardÃa,
tú sabes de cuál hablo,
tengo una boca más hermosa
y unas piernas más ágiles.
Más verde hay desde entonces
en árbol, ramo y prado
y es el agua más fresca
cuando me la echo encima.
II
Cuando me haces pasármelo
tan bien, a veces pienso:
si me muriera ahora
habrÃa sido feliz
hasta el final.
Cuando tú seas vieja
y me recuerdes
piénsame como hoy
y tendrás un amor
que siga siendo joven.
III
Siete rosas tiene el ramo,
seis se lleva el viento,
una queda para que
me la encuentre yo.
Siete veces te llamé,
seis no respondiste,
a la séptima promete
que me dirás algo.
IV
Mi amada me dio una rama
con hojas amarillas.
Se está acabando el año
y comienza el amor.
Debilidades
No tenÃas ninguna,
yo sólo una,
que amaba.
Jamás, ma soeur, te he amado tanto...
Jamás, ma soeur, te he amado tanto
como cuando me fui de ti en aquel crepúsculo.
Me engulló el bosque, el bosque azul, ma soeur,
sobre el que los pálidos astros quedaban para siempre ya al oeste.
No me reà ni lo más mÃnimo, nada nada, ma soeur,
yo, que jugando me dirigÃa a mi oscuro destino-
mientras que ya los rostros tras de mÃ
lentos palidecÃan en el atardecer del bosque azul.
Todo fue hermoso en aquella tarde única, ma soeur,
y nunca más después; tampoco antes-
claro que sólo me quedaban ya los grandes pájaros
que al atardecer tienen hambre en el oscuro cielo.
La canción del no y el sÃ
1
Hubo un tiempo en que creÃa, cuando aún era inocente,
y lo fui hace tiempo igual que tú:
quizás también me llegue uno a mÃ
y entonces tengo que saber qué hacer.
Y si tiene dinero
y si es amable
y su cuello está limpio también entre semana
y si sabe lo que le corresponde a una señora
entonces diré «No».
Hay que mantener la cabeza bien alta
y quedarse como si no pasara nada.
Seguro que la luna brilló toda la noche,
seguro que la barca se desató de la orilla,
pero nada más pudo suceder.
SÃ, no puede una tumbarse simplemente,
sÃ, hay que ser frÃa y sin corazón.
SÃ, tantas cosas podrÃan suceder,
ay, la única respuesta posible: No.
2
El primero que vino fue un hombre de Kent
que era como un hombre debe ser.
El segundo tenÃa tres barcos en el puerto
y el tercero estaba loco por mÃ.
Y al tener dinero
y al ser amables
y al llevar los cuellos limpios incluso entre semana
y al saber lo que le corresponde a una señora,
les dije a todos: «No».
Mantuve la cabeza bien alta
y me quedé como si no pasara nada.
Seguro que la luna brilló toda la noche,
seguro que la barca se desató de la orilla,
pero nada más pudo suceder.
SÃ, no puede una tumbarse simplemente,
sÃ, hay que ser frÃa y sin corazón.
SÃ, tantas cosas podrÃan suceder ,
ay, la única respuesta posible: No.
3
Sin embargo un buen dÃa, y era un dÃa azul,
llegó uno que no me rogó
y colgó su sombrero en un clavo en mi cuarto
y yo ya no sabÃa lo que hacÃa.
Y aunque no tenÃa dinero
y aunque no era amable
ni su cuello estaba limpio ni siquiera el domingo
ni sabÃa lo que le corresponde a una señora,
a él no le dije «No».
No mantuve la cabeza bien alta
y no me quedé como si no pasara nada.
Ay, la luna brilló toda la noche,
y la barca permaneció amarrada a la orilla,
¡y no pudo ser de otra forma!
SÃ, no hay más que tumbarse simplemente,
sÃ, no puede una permanecer frÃa ni carecer de corazón.
Ay, tuvieron que pasar tantas cosas,
sÃ, no pudo haber ningún No.
La cuerda cortada
La cuerda cortada puede volver a anudarse,
vuelve a aguantar, pero
está cortada.
Quizá volvamos a tropezar, pero allÃ
donde me abandonaste no
volverás a encontrarme.
La infanticida Marie Farrar
1
Marie Farrar, nacida en abril,
menor, sin señas particulares, raquÃtica, huérfana,
hasta el presente no fichada, dice haber
asesinado a un niño de la siguiente manera:
Que ya en el segundo mes intentó
en lo de una mujer que vivÃa en un sótano
abortarlo con dos inyecciones, que declara
fueron dolorosas. Pero no quiso salir.
Y a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar
Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
2
A pesar de ello dice haber pagado en el acto
lo convenido y desde entonces haber usado faja,
también bebió kerosen con pimienta molida;
pero que todo eso no hizo sino provocarle diarrea.
Que su cuerpo se hinchó a ojos vistas y que tuvo
dolores agudos, mientras lavaba los platos, muchas veces.
Ella misma, dice, aún no habÃa dejado de crecer.
Que le rezó a la virgen, con mucha esperanza.
En cuanto a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar,
Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
3
Al parecer, las oraciones no dieron resultado.
También, era mucho pedir. Cuando se puso más gruesa
le daban mareos durante la misa. SentÃa el cuerpo húmedo
de miedo, cuando se arrodillaba al pie del altar.
Sin embargo, mantuvo en secreto su estado,
hasta que finalmente la sorprendió el parto.
Pudo ocultarlo todo, seguramente porque nadie creÃa que ella
tan sin gracia, hubiera caÃdo en la tentación.
Y a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar
Puesto toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
4
Que ese dÃa, según ella, muy de madrugada
al lavar la escalera sintió que le clavaban
uñas en el vientre. El dolor la estremecÃa.
Y, sin embargo, logró disimularlo.
Todo el dÃa. Mientras cuelga la ropa
la cabeza le estalla: de repente se da cuenta
que va a parir y siente un gran peso
sobre el corazón. Solo muy tarde sube al cuarto.
Pero a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar
Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
5
La llamaron de nuevo cuando ya se habÃa acostado,
habÃa nevado y tuvo que barrer.
Asà hasta las once. Aquel fue un largo dÃa.
Solo entrada la noche pudo parir en paz.
Y dio a luz, asà declara, a un niño varón,
a un hijo que era igual a otros hijos,
pero ella no era igual que otras madres, eso
quiero aclararlo sin ironÃa y sin mayor motivo.
En cuanto a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar
Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
6
Dejémosla que siga relatando
lo que con ese hijo pasó
(dijo que no pensaba guardarse una palabra)
para que todos lo sepan y se ubiquen.
Dice que a poco de acostarse sintió intenso malestar,
sin saber qué podrÃa ocurrir,
pues estaba sola, y que se forzó a no gritar.
Y yo a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar
Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
7
Con sus últimas fuerzas, dice que luego,
como su cuarto estaba helado, se arrastró
hasta el retrete y allà (no recuerda exactamente
en qué momento), sin más vueltas, parió
hacia el amanecer. Dice que entonces se sintió
muy confusa, y luego, ya medio congelada,
porque en el baño de servicio entra la nieve,
apenas tuvo fuerzas para alzar al niño.
En cuanto a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar
Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
8
Luego, entre el baño y la pieza -dice que hasta entonces
no habÃa pasado nada-, la criatura
comenzó a gritar, eso la alteró de tal manera,
que la golpeó con ambos puños y con fuerza,
ciegamente, dice, hasta que se calló.
Luego de ello se llevó el cuerpito consigo
a la cama por el resto de la noche
y de mañana lo escondió en el lavadero.
Pero a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar
Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
9
Marie Farrar, nacida en abril,
muerta en la prisión de Meissen
madre soltera, sentenciada, quiere
mostrarles los sufrimientos de todas las criaturas.
Ustedes que dan a luz en limpias
camas de maternidad y llaman
"benditos" a sus vientres preñados quieran
no condenar a los débiles perdidos
pues sus pecados fueron duros y su dolor fue grande.
Por eso, les ruego, se abstengan de juzgar
Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.
Lección de amor
Pero chiquilla, te recomiendo
algo de seducción en los grititos:
carnal me gusta el alma
y con alma la carne.
La castidad no puede rebajar la lujuria;
si estuviese hambriento me gustarÃa saciarme.
Me apetece que la virtud tenga trasero
y que el trasero tenga sus virtudes.
Desde que el dios aquel cabalgó al cisne
a más de una chica le da miedo,
aunque también sufra con gusto
que él se aferre al canto del cisne.
Loa del estudio
¡Estudia lo elemental! Para aquellos
cuya hora ha llegado
no es nunca demasiado tarde.
¡Estudia el "abc" !No basta, pero
Estúdialo. ¡No te canses!
¡Empieza! ¡Tú tienes que saberlo todo!
Estás llamado a ser un dirigente.
¡Estudia, hombre en el asilo!
¡Estudia, hombre en la cárcel!
¡Estudia, mujer en la cocina!
¡Estudia, sexagenario!
Estás llamado a ser un dirigente.
¡Asiste a la escuela, desamparado!
¡Persigue el saber, muerto de frÃo!
¡Empuña el libro, hambriento! ¡Es un arma!
Estás llamado a ser un dirigente.
¡No temas preguntar, compañero!
¡No te dejes convencer!
¡Compruébalo tú mismo!
Lo que no sabes por ti,
no lo sabes.
Repasa la cuenta,
tú tienes que pagarla.
Apunta con tu dedo a cada cosa
y pregunta: "Y esto, ¿de qué?"
Estás llamado a ser un dirigente.
Pero en la frÃa noche
Pero ya sólo el hielo, en la frÃa noche, agrupaba
los cuerpos blanquecinos en el bosque de alisos.
Semidespiertos, escuchaban de noche, no susurros de amor
sino, aislados y pálidos, el aullar de los perros helados.
Ella se apartó por la noche el pelo de la frente, y se esforzó
por sonreÃr,
él miró, respirando hondo, mudo, hacia el deslucido cielo.
Y por las noches miraban al suelo cuando sobre ellos
infinitos pájaros de gran tamaño en bandadas procedentes
del Sur se arremolinaban, excitado bullicio.
Sobre ellos cayó una lluvia negra.
Preguntas
¡EscrÃbeme qué llevas puesto! ¿Es cálido?
¡EscrÃbeme en qué duermes! ¿Es también blando?
¡EscrÃbeme qué aspecto tienes! ¿Sigue siendo el mismo?
¡EscrÃbeme qué echas de menos! ¿Mi brazo?
¡EscrÃbeme cómo te va! ¿Te respetan?
¡EscrÃbeme qué andan haciendo! ¿Tienes bastante valor?
¡EscrÃbeme qué haces tú! ¿Sigue siendo bueno?
¡EscrÃbeme en qué piensas! ¿En mÃ?
¡La verdad es que sólo tengo preguntas para ti!
¡Y espero con ansiedad la respuesta!
Cuando tú estás cansada, nada puedo llevarte.
Si pasas hambre, no puedo darte de comer.
Asà que estoy como fuera del mundo,
perdido, como si te hubiese olvidado.
Quiero ir con aquel a quien amo...
Quiero ir con aquel a quien amo.
No quiero calcular lo que cuesta.
No quiero averiguar si es bueno.
No quiero saber si me ama.
Quiero ir con aquél a quien amo.
Recuerdo de Marie A.
1
En aquel dÃa de luna azul de septiembre
en silencio bajo un joven ciruelo
estreché a mi pálido amor callado
entre mis brazos como un sueño bendito.
Y por encima de nosotros en el hermoso cielo estival
habÃa una nube, que contemplé mucho tiempo;
era muy blanca y tremendamente alta
y cuando volvà a mirar hacia arriba, ya no estaba.
2
Desde aquel dÃa muchas, muchas lunas
se han zambullido en silencio y han pasado.
Los ciruelos habrán sido arrancados
y si me preguntas ¿qué fue de aquel amor?
entonces te contesto: no consigo acordarme,
pero aun asÃ, es cierto, sé a qué te refieres.
Aunque su rostro, de verdad, no lo recuerdo,
ahora sé tan sólo que entonces la besé.
3
Y también el beso lo habrÃa olvidado hace tiempo
de no haber estado allà aquella nube;
a ella sà la recuerdo y siempre la recordaré,
era muy blanca y venÃa de arriba.
Puede que los ciruelos todavÃa florezcan
y que aquella mujer tenga ya siete hijos,
pero aquella nube floreció sólo algunos minutos
y cuando miré a lo alto se estaba desvaneciendo en el viento.
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